Hace exactamente una revolución solar inicié este blog escribiendo una primera entrada de forma apresurada pues no quería perder momentum taquiónico. Además, me propuse escribir en él de forma más o menos regular pero claro─¡ah, amigos!─¿cómo aspirar a comprender, desde este imperfecto mundo sublunar, los ritmos de la dimensión ortogonal? Algunas personas relatan percibir ramalazos de humor cósmico tras la ingesta de psicodélicos y en verdad me lo puedo llegar a creer, porque también hay otras tantas personas contando historias todavía más raras al navegar en estados alterados de consciencia. Pero ahora imagináos que el universo va y os cuenta un chiste en una anodina tarde de verano, con los huevos sudorosos y sin ir colocado ni nada. ¡Ah! ¡Podríais no estar tan finos! ¡Lo mismo tardáis 20 años en coger el chiste!
El caso es que sigo con la pequeña ambición de darle cierta estructura taquiónica a este blog; así que volveré a aprovechar la coincidencia─quizás auspiciada por las Moiras─del día de mi cumpleaños con el día del Orgullo Friki, y lo haré comentando los dos libros que (barrunto) han tenido mayor relevancia al analizar el fenómeno del frikismo en territorio español.
Hablo de "Orgulloso de ser Friki" del Sr.Buebo y "Dentro del laberinto friki" de Cristina Martinez, ambos retratos de la subcultura friki─en un tono más ligero, jocoso y personal el primero y más riguroso y académico el segundo, siendo éste último un resúmen de la tesis doctoral en el campo de la sociología de su autora. Comentaré a continuación algunos paralelismos y algunas divergencias entre ambos trabajos y haré algunos apuntes desde mis propias anotaciones.
En primer lugar podemos establecer que el fenómeno friki como lo entendemos en la actualidad viene importado desde el mundo anglosajón. Claramente influenciado por sus «constantes visionados» de "Star Wars", Buebo sitúa el "año cero" del frikismo en 1977, año del estreno de dicho film. En una línea histórica más amplia, sitúa por su parte Martínez este germen de la subcultura a principios del siglo XX, en el entorno de los relatos pulp y las primeras representaciones cinematográficas que acabarían eclosionando casi un siglo después con la aparición del ordenador personal y más tarde Internet.
Si uno lo piensa no podría haber sucedido de otro modo: la cultura anglosajona lideró la Revolución Industrial y por tanto los medios de reproducción y difusión de masas. De entre estas tecnologías, Buebo destaca el televisor como medio aglutinador de los frikis y Martinez establece, usando la lectura económica, al cine friki como «punta de lanza de la industria»: en cualquier caso ambas tecnologías afines a lo audiovisual. Espectador comparte orígen etimológico con espectro (imagen, fantasma, resultado de la difusión de rayos) proveniendo del verbo specere (observar, mirar). De ahí a la imagen y a la imaginación y de la raíz latina imago: retrato, semejanza, copia, aparición, fantasma, idea, apariencia, imagen.
¿Tecnologías de la imaginación? Podríamos incluso argumentar que la temática fantástica de la literatura pulp, aún transmitida textualmente o en negro sobre blanco, exige al lector una mayor capacidad imaginativa─literalmente: de generar imagenes en la mente─que las novelas de corte más realista. Añadiré algo más en este punto: creo que Buebo no está del todo equivocado al identificar como "año cero" del frikismo el del estreno de "Star Wars". Por una parte esta película está fuertemente influenciada por todo el pulp del siglo XX y, a esta fuerte resonancia cabe añadir que ya no la estética, sino la manufactura de los efectos sonoros y visuales de esta película pasan por un filtro extra de frikismo. Como relatan en el episodio 4─"Industrial Light & Magic is Autistic"─del Autistic Culture Podcast, gran parte del éxito de Lucas consistió en reunir a un conjunto de autistas inadaptados y darles la libertad de explorar sus intereses obsesivos en el campo de los efectos especiales y la cinematografía, aprovechando así su tendencia psicológica al monotropismo.
En este punto aclararé que a nivel de temáticas que pretendo seguir en este blog está la confluencia─en mayor o menor medida─entre rasgos característicos del espectro autista con la subcultura del frikismo. Obviamente mucha gente ha trazado antes que yo este paralelismo y existe abundante material en la red sobre el asunto. En este sentido hay cierto debate del tipo naturaleza vs.crianza entre Buebo, que especula sobre la existencia algún "gen friki" y Martinez, que argumenta que nadie nace siendo friki.
Valgan algunos ejemplos de esta confluencia extraídos de este otro video de Bea Sánchez, que versa sobre conductas inmaduras en personas neurodivergentes─lo que el debate público tradujo no hace demasiado tiempo como el fenómeno de los "niñombres". Así, desde este punto de vista, subyacería al coleccionismo una forma de regulación emocional y sensorial que incluye la sistematización. Como señala Sánchez, el neurodivergente extrae a veces más placer del hecho en sí de coleccionar objetos que del uso que vaya a darles y de hecho Buebo dedica una sección de su libro precisamente a las estanterías como «deber del friki de obligado cumplimiento».
Otro ejemplo que pone Sánchez es el del cosplay como liberación ante el masking o camuflaje del neurodivergente, o dicho de otro modo, del hábito de fingir una personalidad impostada en aras de la integración en el mundo "normal" o neurotípico, algo que también comenta Buebo identificandolo como una fase previa a la autoaceptación del frikismo propio.
El último rasgo del video que me interesa comentar está relacionado con el animismo o tendencia a personificar objetos en personas neurodivergentes. Si bien en el frikismo, como señala Martínez, hay una reproducción de la lógica del consumismo de la sociedad comercial actual, pienso que el apego y la contínua proyección de significado del friki hacia sus objetos puede ser una forma diluida de estas tendencias animistas[1]. Buebo llega a afirmar que «el motor que hace funcionar al friki es la posesión» y yo me pregunto sí, aparte del vulgar placer derivado del estatus social que deriva de la adquisición y tenencia de objetos raros, no exista también un factor relacionado con la otra acepción de posesión. De nuevo la etimología: «la locución latina possessio deriva del verbo possidere que, a su vez se compone de sedere (sentarse) y del prefijo pos o posse, que equivale a poder (como facultad de sentarse o de fijarse en un lugar determinado)». Como si, de alguna manera y relacionado de nuevo con el modo animista de entender el mundo, el friki quisiera imbuirse, lograr estar poseído de las cualidades intrínsecas, del maná del objeto.
(Queda pendiente en este punto relatar mi trip ayahausquero animista con objetos inanimados "vivos". Lo dejo para otra ocasión).
Otro punto en común entre ambos autores y que conecta con el espectro autista es la relación del friki con su cuerpo. Buebo construye a lo largo de su texto un retrato paródico del arquetipo generalizado del friki como una persona con tendencia a la obesidad, la mala alimentación y el descuido de su apariencia personal, que hace gala de gran torpeza cuando intenta desempeñarse en el ámbito de la actividad física y mete contínuamente la pata al intentar socializar, pues tiene un alto grado de introversión muchas veces rayano en lo patológico. Este tipo de variables psicológicas─típicas del espectro autista─podemos añadir también las que tienen que ver puramente con el atractivo sexual del sujeto o sea: el resultar más o menos agraciado ante terceros o coleccionar complejos físicos.
Si bien y como he señalado antes me cuido bastante de establecer relaciones directas─porque un colectivo amplio presentará un también amplio grado de variabilidad y estás características aparecerán repartidas en un espectro─sí parece que dicho espectro aglutina a un sector de la población con mayor tendencia a la disociación del cuerpo, algo de nuevo típico del espectro autista. En este punto las observaciones de Martinez me han resultado muy interesantes: las experiencias, argumenta la socióloga, que busca este colectivo no revisten de tanta intensidad son en parte «imaginadas o proyectadas, no tan reales, no tan "a flor de piel" como pueden ser las que viven otros colectivos juveniles (deportes extremos, largas sesiones de baile, experimentación con drogas)».
«El mundo friki», señala Martínez en un párrafo que merece la pena citar ampliamente:
no funciona exactamente [de forma tribal]: sus miembros se unen puntual o regularmente pero mantienen un ánimo de individualismo, a menudo rechazan la idea de formar parte de un movimiento social; mientras que el elemento principal y en algunos casos el único que comparten, son sus aficiones, nunca una ideología. Tampoco tienen rituales de admisión ni cumplen con la demarcación fisica (las tribus existen en lugares concretos, pero en el caso friki la comunidad es ubicua y dispersa, muchos amigos compañeros del fandom viven en distintas ciudades o incluso países); no se trata de un sistema cerrado, una isla, que genere sus propias formas de actuar, sino de un movimiento mayor del cual participan muchas personas de muy distintos ámbitos. Mientras que las tribus son comunidades emocionales en las que prima la experimentación y la energía, vivir cosas juntos, gran parte del mundo friki ni siquiera es fisico, sino que depende de conversaciones mantenidas a distancia (antes por correspondencia, ahora a través de Internet). Por último, mientras que las tribus urbanas suelen ser excluyentes, el mundo friki no es así, y puede ocurrir que una persona friki participe además de otra tribu urbana, como pueden ser góticos, heavys, skaters u otros. En resumen, aunque la caracterización como tribu urbana puede resultar útil para una primera aproximación y aunque en el imaginario popular sí se entienda a los frikis como una tribu, desde aquí entendemos que no es la catalogación adecuada para estudiar el fenómeno, que deberemos estudiar más correctamente como subcultura.
Tengo mis reservas con la afirmación de gran parte del mundo friki no sea físico, pues tienen existencia física los discos duros y todo el aparataje circundante (red de comunicaciones, red eléctrica, refrigeradores, etcétera) que almacenan la información que intercambiamos los frikis de forma "no física". Dualismos cartesianos aparte, puedo entender que Martinez busque conceptualizar ese otro "espacio" intangible en la consciencia humana: el de la imaginación, en donde savants de las capacidades de visualización realizan proezas─pienso por ejemplo en la habilidad de Nikola Tesla de visualizar y poner en marcha en su mente los diseños de sus máquinas antes de construirlas en el plano material. Y sí, el pensamiento visual es también una característica típica del espectro autista.
Al final los objetos imaginales proyectados sobre el espectro friki─¡o los sobre los espectrales frikis!─vienen mediados por la esfera tecnológica de los medios de comunicación de masas. Que prime, como señalaba un poco más arriba Martínez, más la afición que la ideología─más el medio que el mensaje, como podría decir McLuhan─podría indicar el surgimiento (o resurgimiento) de modos cognitivos que transcienden la mera racionalidad, y que podríamos relacionar a vuelapluma y con poco rigor con: la lógica difusa del hemisferio derecho del cerebro, el lenguaje mítico, el reconocimiento de patrones o incluso una vuelta a formas religiosas politeístas paganas.
Y bueno, hasta aquí estas pinceladas derivadas de la lectura de estos dos interesantes libros. Me dejo cosas en el tintero pero miren: estoy acabando de escribir esto apresuradamente este año también pues me voy a comer con mi madre para celebrar el cumpleaños en poco menos de una hora. Supongo que, como decía al principio, si esto vuelve a adquirir momentum seguiré tocando estos temas poco a poco en el blog. Por lo pronto publicando este breve reseña espero no haber dejado escapar demasiados taquiones.
Saludos foltrónicos, taquiónicos y ortogonales.
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[1] como curiosidad, me acabo de enterar de que en la época en la que Marx acuñó el término "fetichismo de la mercancía" el término fetiche se utilizaba aludiendo a sociedades animistas.
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